El «síndrome del acomodador» se extendió por las farmacias
La falta de luz echó a perder medicamentos en boticas de la comarca, despensas de ingenio donde se improvisaron hasta cascos de minero para poder encontrar las medicinas a ciegas
Fuente: Lavoz.com
Autor: R. Domínguez
Fecha de publicación: 29/1/2009
«Toda la nevera perdida, toda». Así hacía ayer Teresa Álvarez balance del temporal. Y no se refería a los alimentos. Ella regenta la única farmacia de Oza dos Ríos y en su frigorífico se conservan medicamentos que requieren frío. «Todavía no he presentado la reclamación a Fenosa -comentaba ayer sin haber echado aún las cuentas-, pero espero que asuma el coste, porque la tenía muy bien surtida».
A la botica Villar, en plena calle Real, le pasó algo parecido. Ayer seguían sin luz y Montse Ferrer confesaba padecer «el síndrome del acomodador» después de cinco días a base de linternas. Candelabros «para ambientar» colocaron en Irixoa, donde la oscuridad no hizo perder, tampoco, el humor a pesar de las incomodidades, los cierres adelantados y las guardias «con mucho miedo», como confiesan en Mera, donde habilitaron incluso una especie de gorro de minero para poder bucear a ciegas entre las estanterías y dar con las medicinas. Al apagón se unió, en muchos casos, la falta de línea telefónica, e incluso de agua en zonas sin traída y dependientes de motores… eléctricos. La receta (electrónica también en casos) se cambió, por unos días, por el método tradicional: todo a mano, a lápiz y papel, apuntado a la luz, en el mejor de los casos, de un candil y sin tocar el teclado.
Vacunas de uso bastante frecuente (como la antineumocócica infantil, 80 euros por dosis), insulinas (básicas para la población diabética), aerosoles, colirios, inhaladores, pomadas, fármacos para trastornos psiquiátricos (inyectables de hasta 200 euros), calcitoninas u otras hormonas, como la del crecimiento (cerca de 500 euros) son solo algunos de los principios que necesitan bajas temperaturas para no perder sus propiedades.
La falta de luz que siguió al temporal amenazó su conservación. Aunque los boticarios agudizaron el ingenio para dar rápida respuesta a la necesidad de mantener los 8 grados de media a los que deben estar estos medicamentos. En Abegondo, el establecimiento de Pastor Fontao ha pasado ya dos veces por el batacazo, de modo que resolvió trasladando al frigorífico del domicilio particular la mercancía sensible. «Yo también me los llevé para casa», explican en el despacho de Aranga. Allí se espera desde hace un mes respuesta de Fenosa por una reclamación similar de 2.000 euros, puesto que «quedaron de venir a arreglar en unas horas, y la nevera entonces podía aguantar, pero no vinieron». El viernes, María Jesús Buján «ya sospechaba que la avería iba a ir para largo», y no esperó para hacer la mudanza al frigo de casa. En Miño, Rosario Corte pidió auxilio a otra farmacia que sí tenía luz, al igual que hicieron en la botica de Mera, y el botiquín de Vilasantar acabó fuera de la comarca, en la farmacia de Boimorto.
En Coirós salieron a comprar un generador, preciado artilugio que fue lo que también salvó el stock de la farmacia de Paderne -«Aquí los cortes de luz son muy habituales», dice el propietario para explicar su previsión- y que Antonio Moyano piensa adquirir «ya», en cuanto pase el desabastecimiento, para su establecimiento de Cesuras. Este Klaus lo salvó adosando a la nevera «las bolsas de gel líquido congelado que tenía en el congelador».